Mis labios ardían como Juana de Arco, resultado de la esperanza y el
paseo a contracorriente. Parecían coloreados a pincel, tan carmesí la
boca, que simulaba la de un vampiro borracho de sangre. Comer tanto
viento helado, el asombro del cielo sobre La Place des Vosges, sólo me
permitiría dar besos malditos.
Atolondrado por el ofrecimiento de
un tefilín a buen precio, me dejé hipnotizar por la cruz verde que
señalaba una farmacia en la Rue Saint-Antoine. Entré por la puerta como
una serpiente buscando enroscarse a una copa. La farmacéutica me miró
fijamente desde lejos como si viese acercarse a un as de corazones. Le
dije: las palabras que salen de mi boca abrasan, los suspiros flambean y
los estornudos incendian. Me respondió: no hay tiempo para líricas,
Avène Cold Cream Stick Labial, 6,50.
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