En el Café Barbieri

Las musas siempre están escondidas entre los frisos neoclásicos del Café Barbieri, en Lavapiés. Sentadas con las piernas colgantes, los piececitos descalzos de cal.

A veces algunas se deslizan por la columna de la inspiración que las sostiene de reojo la arena de mi creatividad. Arenas movedizas. Me susurran cuando se dignan a hablar y me dicen:

Continúa con tu diario.

LA VISITA

Ojalá pudiera visitarme
Ojalá pudiera traerme pastas
Y decir: gracias, qué buenas
Pero prefiero una copa
Visitar mi nueva decoración
Interior
Hacer visitas guiadas
Decirme que ésto fue caro
Que ésto ha sido un regalo
Que este jarrón se hizo añicos
Hace años
Y que la visita termine en fiesta
Y caer sobre la alfombra rodeado
De globos y enterrado bajo
Confetti.

Mañana

Escarabajo dándome la vuelta
pesadilla de sudor infrarrojo
se arrastra crujiente
aparta las olas de polvo plata
hacia la ducha.

Mirada de sal
el té caliente humeante
me niebla.

Resbaladizos cojines
cajones rebosantes de tela
Mirada de arena
Arcoiris.

Son las nueve.
Silencio negro verdoso

Cadáver vivo
vibrante de pie
sentado, echado
a perder.