Las musas siempre están escondidas entre los frisos neoclásicos del Café Barbieri, en Lavapiés. Sentadas con las piernas colgantes, los piececitos descalzos de cal.
A veces algunas se deslizan por la columna de la inspiración que las sostiene de reojo la arena de mi creatividad. Arenas movedizas. Me susurran cuando se dignan a hablar y me dicen:
Continúa con tu diario.
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