QUÉ PAZ SIENTO EN EL LEROY MERLIN. ¿Estaré convirtiéndome en heterosexual? Esta mañana compré No más clavos y sentí una revelación tan fuerte como la de Jesucristo liberado de la cruz. Los amplios pasillos, los matrimonios de avanzada edad agarrados de la mano buscando maceteros gigantes, los empleados eficientes y serios vestidos de un verde tan irritante que me calma. La sección de lámparas para mí es como viajar a la luna y ver desde allí todos los planetas. Un hombre con rollos y rollos de tubos negros, engarzados a sus muñecas como si fueran dos pulseras gigantes. Intento ir cada día aunque sólo sea un ratito para rezar sobre las alfombras kilim, santiguarme frente a los botes XXL de pintura y abrir los grifos esmaltados en oro para simular como caería ese agua bendita. Nada de hilo musical, nada de tremendas colas para ofrecer diezmos a cambio de cables, martillos y cortinas. Leroy Merlin es mi oasis, mi resort en República Dominicana, mi templo tibetano. Mis látigos para la flagelación son de allí. ¿Es esto una terapia de conversión con olor a aguarrás?

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