El abrazador

Abrió sus brazos quedando el pecho libre para ser abrazado. Avanzó y avanzó a través de la plaza empedrada. Los ancianos sentados en el banco hicieron un esfuerzo por observarlo. Los perros le persiguieron hasta salir por uno de los ojos de arco de la plaza. Continuó por la avenida principal, enlosada. Una mujer pensó que se trataba de su primer amor, pero éste pasó de largo, otra pensó que era su asesor fiananciero y que le daría una buena noticia. Éste no paraba, ni siquiera para comentarles que no era aquel que pensaban. Entró en un centro comercial a pie de calle. Algunos niños se abalanzaron sobre él para abrazarlo creyendo que era un payaso contratado. Los vendedores y vendedoras salían de sus tiendas para investigar el revuelo, y alguno y alguna se arrojaron a sus brazos (no estaba nada mal). Aún así, y aunque se acrecentaba la masa a su alrededor, pudo, gracias al impulso que le obligaba a buscar el abrazo definitivo, acabar con esa situación que le empezaba a resultar incómoda. Pidió al hombre de seguridad que le pusiera la capucha, pero continuaba sin pasar desapercibido porque sus brazos extendidos hacían reaccionar hasta por ejemplo, los pájaros, que le escoltaban para intentar posarse sobre "sus ramas" como si de un espantapájaros se tratase. Intuía pero no sabía hacia dónde iba. La gente quería abrazarle, quería achucharle, quería hacerse fotos con él. Pero su empuje era inevitable. Tuvo que atravesar una aglomeración de turistas: se llevó por delante los sombreros y las gafas de sol de aquellos que eran bajitos. Un cura pensó que quería ser perdonado, pero tampoco funcionó la piedad para detenerle. La policía tuvo noticia de la situación y pensaron en una estrategia: quizás sólo podría frenarle el abrazo adecuado de uno de ellos, vestido de paisano. Éste se dirigía vertiginosamente al parque central, las extremidades superiores en semicírculo, y elpaso de marcha de fondo. Las sirenas sonaban a lo lejos. Las excavadoras que agujereaban la ciudad también. Ante la mirada atónita y curiosa de los cientos de personas que le seguían, se encaminó cada vez más seguro por el bulevar principal del parque. Los que paseaban por allí pensaron que era una maratón y algunos de ellos se unieron. Nadie supo cuál era la meta de aquel abrazo hasta que éste aminoró el ritmo y con una expresión de plena felicidad, quedaron encajados sus brazos en el tronco del roble más longevo.

¿Cuántas coladas de ropa blanca tendidas al sol me quieres?

¿Cuántas coladas de ropa blanca tendidas al sol me quieres?
¿Cuántos largos buceando en la piscina olímpica?
En el fondo pensando en tu forma
Yo te quiero todas estas piedras en el río
Pienso en ti y no hago pie
¿Cuántas margaritas? ¿cuántos padrenuestros?
¿Cuántas hojas? ¿Cuántas conchas en la orilla me quieres?
¿Cuántos espejos? ¿Cuántas vueltas en la cama?
¿Cuántos racimos de uvas? ¿Cuántas máscaras?
¿Cuántas naranjas? ¿Cuántas habitaciones de hotel?
¿Cuántos destellos de neón? ¿Cuántos taxis?
¿Cuántas azoteas?
¿Cuántas malas hierbas arrancadas del jardín? ¿Cuántos
guisantes? ¿Cuántas botellas de agua fría? ¿Cuántas
canas me quieres?
En el fondo pensando en tu forma
¿Cuántos loopings en la montaña rusa? ¿Cuántas pipas
en el banco? ¿Cuántos marcapáginas?
Yo te quiero todas estas arrugas en el jersey.
¿Cuánto confeti me quieres?