Las sillas duelen

Las sillas duelen
a las espaldas torcidas
porque obligan a ser
consciente del paso
del tiempo
en el cuerpo
del tiempo que has pasado
agachado
oliendo flores
recogiendo monedas
del suelo
del tiempo preocupado
por preocupaciones
que preocupan
a los abuelos.

La silla de madera
el árbol caído
endereza la columna
vertebral
y hace que duela
y respire mejor
y no sé si concentrarme en el placer
de respirar
este oxígeno
de ciudad
o
en el dolor de la esperanza
de ser bípedo.

#Pronóstico

Recibí una llamada de mi amigo Eloy. Él estaba en medio de un atasco en la A6. Yo le dije lo que yo creía que él quería oír.
Pero contra todo pronóstico no le hizo mucha gracia.

FELIPE

Hoy en el mar revuelto de alquitrán
de la mañana
entré en un bar
estaba vacío
y el bar también
y el encargado hablaba por teléfono
y yo esperaba
y de repente
entró Felipe
un chico rubio y con gafas
que hace diez años que no veía
y se sentó en la barra
cerca
y sentía que estaba vacío
y el encargado continuaba
hablando por teléfono
y yo le miraba pero él
no me miraba o eso creía
y sonaba Frank Sinatra
y todo
se estaba volviendo divertidamente
tenso
y por un segundo quise preguntarle
si era Felipe
aquel que me dijo un día
que yo era perfecto
y él imperfecto
pero se acabó yendo
antes de decirle
que no era verdad
y no pudo soportar el silencio
entre nosotros
o la voz de Frank Sinatra
cantando villancicos.

Fiesta

Salta de mesa en mesa de silla en silla baila 
de esquina en esquina rompe los vasos de falda en falda 
ama de pantalón a cremallera baja del cielo 
al suelo camúflate de confetti abraza el barreño 
de ponche. 
Curva  tu cura 
ríe tu herida en la fiesta.



Amor Negro

Vamos Vamos Corre Amor Date prisa Vamos a morir juntos Esta noche Dados de la mano Como cuando nos vamos Juntos Vamos Prepara la pócima La saliva Negra Será eterno nuestro Caer Desplomados sobre la alfombra Vamos Date prisa Amor Vamos a morir juntos Seremos dos yunques Que agujerearán el tiempo.



Tumbona

Puzzle de haya.

Hija bastarda de la Bauhaus que ahora es puta de Ikea
se abre formando un ángulo de 120 grados de plástico.
Nadie la quiere usar hasta que no estemos exhaustos
y se preste a llevarnos a sueños hasta babearnos

Yermo consuelo sobre sus hombros de tornillo.

Estanco

Hablar con el estanquero es como hablar sobre la muerte.
Hoy iba vestida de verde mentolado.

XI

Tengo cerca el cuchillo
Las tijeras
El espejo
El periódico.

Turismo de turistas

Salimos de la boca del metro. Contemplamos el cielo y la ciudad. Calles infestadas de turistas. Contemplamos a otros turistas contemplando el cielo y la ciudad.
Los dispositivos tecnológicos fotográficos, (cada vez más ligeros, compactos y baratos; cada vez más presentes en nuestro ocio y en nuestro cuerpo) se han convertido en compañeros indispensables para el nuevo turista del siglo XXI.
A muchos de los turistas, que podríamos llamar “turistas de selfie” les es suficiente una rápida ojeada a la Gran Esfinge de Tanis del Museo del Louvre, por ejemplo, para apreciarla y, sin embargo, se toman su tiempo para posar adecuadamente en la foto junto a ella.
¿Pero qué pose adoptar ante tal reliquia, ante tal maravilla de valor incalculable? ¿Cómo posar sensualmente, labios entreabiertos, mirada al horizonte mientras abrazas una pieza de arte egipcio? Lo importante es hacer ver al resto que has estado allí con ese “trozo de piedra” en el que el protagonista eres tú.

Pero turistas, opino que es difícil superar el charme y la belleza de la Venus de Milo o la de la Victoria de Samotracia, a pesar incluso de no tener cabeza para dar su mejor perfil o brazos para hacerse selfies.

El amarillo de los dientes de Michel Houellebecq

El marrón del Sena
El marrón del chocolate
El marrón del café
El marrón de la Tour Eiffel

El negro del vino
El negro de los cuervos
El negro del cuero
El negro de los negros

El gris del cielo
El gris de las palomas
El gris de la ceniza
El gris de la melancolía contaminada

El amarillo de los dientes de Michel Houellebecq.


París,
17/01/2015



París me quiere pero yo no la quiero a ella

París me quiere
me quiere
París me quiere pero
yo no la quiero a ella.

París me quiere
andando
simplemente andando
maniquí de cara blanca
de labios rojos
que mira al cielo azul
¡por fin azul!
de París.

París me quiere muerto
en una tumba
en uno de sus cementerios
quiere mi silencio.

París me quiere
y quiere mi lápida.

París me quiere
me quiere
París me quiere pero
yo no la quiero a ella.


14/01/2015

Te quiero Laurent

Te quiero Laurent te quiero trabajo contigo y te quiero codo con codo en la caja rozamos nuestras manos cuando recogemos las monedas te quiero Laurent intento mirarte a través de todos los espejos de la sala pero no lo consigo sólo me veo a mí intentando mirarte y sólo alcanzo a ver tu cara ladeándose te quiero Laurent tienes quince años más que yo y te quiero te quiero por tus ojos cuando sonríes te quiero mucho cuando te pones serio tiemblo cuando me preguntas qué tal el día sé que tú también me quieres he visto cómo me miras he visto cómo me ayudas más que a nadie a hacer bien las cuentas a aplicar bien los porcientos a pegar las etiquetas te quiero Laurent te quiero quiero besarte se me salta el corazón cuando nos cruzamos en los pasillos me gusta mucho tu jersey gris quiero quitártelo te quiero Laurent tus gafas son como las mías todo esto pienso las ocho horas te quiero Laurent estoy harto de que sólo nos una esta máquina registradora.

París, 13/01/2015.

Estás triste


Estás triste tus gafas de Chanel llaman más la atención que tus lágrimas las pulseras de oro decoran tus venas hinchadas por el esfuerzo de cargar bolsas y bolsas no puedes andar con esos tacones los has manchado de sangre todo el mundo te mira pero tú te sientes una basura la seda te acaricia las cicatrices el visón te abriga de una ciudad fría eres una indigente de los centros comerciales de lujo pero los dependientes no son tus amigos te pruebas todas las tallas para pasar un poco de tiempo sentada a espera de que pase y algo nuevo te acaricie no estás nunca satisfecha tus amantes más jóvenes sólo te quieren por tu dinero pero tú tienes la dignidad de los viejos tiempos eso es bonito pero cuando mueras tu armario será también una tumba

París, 17/01/2015

Desde que ocurrió

Desde que ocurrió hace sólo unos días no he podido recuperarme del todo. Sólo un ir de un lado para otro tambaleándome. Aunque en el fondo sabía que no supondría nada cuando pasara algún tiempo. Simplemente continuaba sin saber por qué. El tiempo no era suficiente. Todos los consejos se quedaban en nada. Mis padres, mis hermanos, mis amigos, mi jefe, mis compañeros de trabajo. Pero yo no podía dejar de pensar en ello. ¿Era yo el verdadero culpable? Caminaba intentando olvidar. Veía algunas películas que me recomendaban para intentar superarlo. ¿Por qué era diferente? ¿por qué tantos porqués y ninguna respuesta? El resto de mis problemas eran absorvidos. Conseguía llevar una vida normal. Dormía y soñaba cosas de todo tipo. Pasaba el tiempo en lugares comunes. Iba al teatro. Pero a veces volvía a mí de tal forma y con tal fuerza que no podía más que admitir que era algo humano, demasiado humano. Pero ¿por qué yo? Sin embargo, lo que me ocurrió me hacía parecer más atractivo a los ojos de mis amigos, de mis padres, de mis hermanos, de mi jefe y de mis compañeros de trabajo. Eso me hacía sentir seguro dentro del desastre. Parecía llevarlo siempre encima como un tatuaje. ¿No os parece bella la forma de champiñon de la bomba atómica? Desnudo lo notaba más, me sentía enrarecido cuando lo pensaba. Si me preguntaban, nunca mentía, siempre decía la verdad aunque me costase. Es cierto, que, en ocasiones, inventaba historias para justificarme o le pedía a quién me acompañaba que la contara en mi lugar. Mis padres no se avergonzaban delante de sus amigos, al contrario, me acariciaban el pelo y sonreían. Eso me ponía de los nervios. Quería acabar con lo que me ocurrió ese catorce de abril y que sigo arrastrando y reflejando en todo lo que hago: desde cuando meto los platos en el lavavajillas o escribo. Ese algo que ocurrió eres tú.

Pelea

Pelea. Unidireccional, porque yo me negué a intentar tocar al que me agredía, porque mirando a sus ojos verdes fijamente, llenos de cólera y rabia reprimida, preferí convertirme en un muñeco de plástico fácil de zarandear a intentar defenderme un poco y avivar más aún las ganas de mi contrincante.
Yo tenía la culpa. La culpa había sido mía. No sabía lo que hacía. Éste, me cogió por el pescuezo como si fuese una gallina a la que van a cocinar. Mi jersey era caro, y retocía tan fuerte mi pecho o mejor dicho el jersey que se ajustaba a mi pecho que comenzó a deshilacharse. Lo siento, lo siento mucho- repetía yo.
Sus ojos verdes y abiertos de ira se llenaban de sangre. Él estaba disfrutando mientras se imponía a mí. Durante unos minutos, no lo sé con seguridad, porque en esos momentos de tensión el tiempo es más relativo aún, mi espacio fue la puerta blanca de una cochera, y cada vez que me empujaba contra ella, un sonido metálico surgía estridente y llegó a relajarme, pues sus empujones empezaban casi a componer una melodía.

Spleen #1

Ondas de telepatía
flotan cortan el aire de mi cuarto

Sobre la colcha mullida
Petrificado de plumas de oca

Flores de piel

Temblores sutiles que esculpen
Un cuerpo

Rayos transparentes de telepatía
Flotan Cortan el aire de mi cuarto
Verde enmoquetado rojo.

Gruño
No puedo respirar
Quiero algo que no sé qué es
Imagino que eres tú porque es lo más fácil de conseguir

No lo sé
No lo sé
Arde sin color
La fría visión de humo blanco
La lámpara que oscila como un péndulo

Nervios
Nervios
Sonido de arranque de un motor

Ojos de agua
Boca ladeada en sonrisa