Salimos de la boca del metro. Contemplamos el cielo y la
ciudad. Calles infestadas de turistas. Contemplamos a otros turistas
contemplando el cielo y la ciudad.
Los dispositivos tecnológicos fotográficos, (cada vez más
ligeros, compactos y baratos; cada vez más presentes en nuestro ocio y en
nuestro cuerpo) se han convertido en compañeros indispensables para el nuevo
turista del siglo XXI.
A muchos de los turistas, que podríamos llamar “turistas de
selfie” les es suficiente una rápida ojeada a la Gran Esfinge de Tanis del
Museo del Louvre, por ejemplo, para apreciarla y, sin embargo, se toman su
tiempo para posar adecuadamente en la foto junto a ella.
¿Pero qué pose adoptar ante tal reliquia, ante tal maravilla
de valor incalculable? ¿Cómo posar sensualmente, labios entreabiertos, mirada
al horizonte mientras abrazas una pieza de arte egipcio? Lo importante es hacer
ver al resto que has estado allí con ese “trozo de piedra” en el que el
protagonista eres tú.
Pero turistas, opino que es difícil superar el charme y la
belleza de la Venus de Milo o la de la Victoria de Samotracia, a pesar incluso
de no tener cabeza para dar su mejor perfil o brazos para hacerse selfies.
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