El Corte Inglés es el paraíso.

Me habían dado a entender que el paraíso al que iría después de morir sería algo así como la pantalla de inicio de Windows XP, pero mucho más florido, con mis seres queridos en forma de ángeles y con una fauna animal de lo más exótica. También que habría lagos de agua cristalina y nunca sería de noche. Pero la sorpresa que me llevé fue que al morir y atravesar el túnel, la muerte me llevó a la entrada de un Corte Inglés. Las frutas y verduras, de pago; los taparrabos de Ralph Lauren; las aureolas para la cabeza, de Suárez. Buscaba desesperado ante tanta luz artificial a algún familiar y pude divisar a lo lejos a mi abuelo Félix de vendedor en uno de los mostradores de la sección de bellas artes. Mientras, en la vida, mis amigos y hermanos celebraban mi funeral con flores naturales y luego brindaron con cerveza a mi salud, y yo, entretanto, atrapado en la planta 0, atestada de gente que no pisaba el suelo, levitaban con las bolsas llenas de artículos de jardinería, de baño, de cosmética. ¿Para qué tanta crema antiedad? ¡Estamos muertos! En seguida, por supuesto, no encontraba las escaleras eléctricas para subir a la última planta, a la azotea, donde suele haber siempre un cafetería con buenas vistas. ¿Vistas hacia dónde? A cada planta que llegaba era como uno de los círculos de Dante, pero los personajes iban de azul marino, y a veces sonreían y otras no, y paré en la sección de dormitorio porque pensé que quizás si echase una siesta en uno de los colchones (que eran nubes) al despertar volvería a estar vivo, y tranquilo, en mi mecedora, leyendo catálogos de países exóticos que nunca visitaría. Y con este pensamiento, se me ocurrió ir a la sección de Viajes para saber si podría salir de aquel Corte Inglés en el que parecía que estaba condenado a pasar toda la eternidad. La chica que me esperaba en la planta número 4 me recordaba a una compañera del colegio, no me reconoció y tampoco yo sabía que se le había caído un piano de cola sobre la cabeza durante una mudanza. Le comenté amablemente que necesitaba un cambió inmediato, que si podía darme un paquete de pensión completa en la vida. Me miró con extrañeza divertida y me dijo con efusividad: ¿Cómo vas a querer volver a estar vivo con todas las ofertas tan suculentas que puedes encontrar aquí? No es necesario salir del Corte Inglés para viajar. Esta semana estamos en la semana especial de la India. En ese momento supe cuál era mi condena. Vagar entre planta y planta para siempre. Hacer la compra en la sección gourmet y enviando cartas en la pequeña oficina de correos que nunca llegarían a sus destinatarios. Os espero a todos allí, y si podéis programarlo con antelación, hacedme el favor de traerme ropa interior y calcetines del Primark.