Salí de casa con el objetivo de que un policía me detuviese

Salí de casa con el objetivo de que un policía me detuviese. Estaba cansado de ser un chico bueno. Ya el día anterior había perseguido a un señor mayor para obligarle a cruzar conmigo un paso de cebra y también había llamado a todos mis amigos para pedirles perdón por nada en concreto. Decidido, me puse mis mejores galas y bajé las escaleras pensando que quizás la elegancia iba en mi contra. No estaba dispuesto a cometer ningún delito, no forma parte de mi naturaleza. Simplemente quería que me detuvieran por ser yo mismo ¿Por qué era algo tan difícil? Anduve por una calle de lo más transitada. Vi un coche de policía y mis pupilas se dilataron. Intentaba abrirse camino con la sirena al máximo y permanecí haciendo aspavientos con las manos. El coche vino directo hacia mí, bajó la ventanilla y uno de los policías con cara de malas pulgas me dijo: - Caballero, ¿tiene usted algún problema? Mi corazón comenzó a latir por encima de sus posibilidades, no podía desaprovechar aquella oportunidad. Le contesté: - Quiero que me detenga- esa es la verdad y siempre hay que ir con ella por delante, eso me enseñaron. - ¿Por qué tendríamos que detenerle? - Tiene que hacerme ese favor. El policía bajó la ventanilla farfullando algo como que tenían prisa, que tenían que ayudar a un viejecita a bajar a su gato de un árbol. Me vine abajo. Continué por la avenida con la mirada en el suelo y las manos metidas en los bolsillos. Se me venían voces a la cabeza, "tienes cara de bueno, tienes cara de bueno". Busqué en Google la tienda de disfraces más cercana. Entré entre sudores fríos. Di un rodeo hasta encontrar la sección de caretas, de máscaras. Dudé entre la de Satanás, la de Donald Trump y la de Kim Kardashian. Compré una de ellas, pero al salir sólo me quedé con las gomas y me las colgué de las orejas, porque hay que intentar siempre ser uno mismo. Mientras tanto, le di mis deportivas nuevas a un chico que las miraba con admiración y quedé descalzo. También mi cazadora Levi's Strauss a otro que consideré que tenía frío. Fui quedándome casi desnudo repartiendo todo mi outfit a quien creía que lo necesitaba. Quizás así me arrestarían. Era un mártir de la moda. Pero eso era Madrid, nadie llamaba la atención por mucho que vistiera o no vistiera de forma excéntrica. Estaba comenzando a desesperarme. La gente en lugar de reprocharme que iba casi desnudo me piropeaba y me gritaba qué muy bien, que menos es más, que sería un buen fakir si me atrevía a andar sobre una de las plazas cercanas después de un botellón, pero en esa situación nadie me arrestaba. Llamé a mi editor desde una cabina. Dentro de ella era una especie de Superman a medio hacer. Me dijo que era algo estúpido forzar la inspiración y que me conformara con escribir relatos eróticos sobre vampiros. No estuve de acuerdo. Volví a casa desamparado y sin antecedentes. Enfadado conmigo mismo y con la autoficción, abrí la Moleskine y entre sus páginas en blanco roto comencé a escribir con el Pilot: Salí de casa con el objetivo de que un policía me detuviese...

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