Estaba dibujando gallos peleándose cuando mi teléfono móvil me avisó de que tenía una cita: clases de yoga. Mi profesora de yoga no parecía una atleta. Cuando nos enseñaba las posiciones no parecía esforzarse . Su imagen proyectaba la del cliché de una pin-up francesa etérea, vaga. Su corte de pelo no se inmutaba. A lo Amélie Poulin. Veía constantemente mi reflejo en los espejos de la sala. Sólo pensaba en gallos de pelea. Debí apuntarme a la clase de boxeo, pero acaba de cortarme el dedo con un cúter al intentar centrar un retrato de Jackson Pollock. Practicamos la posición de la silla, me fue fácil puesto que las tres horas anteriores estuve sentado . Luego la de la mesa. Luego la del guerrero. El saludo al sol no, eran las nueve de la noche. Virginia me rondaba, la observaba por el rabillo de mi ojo forzado por el peso de mi cabeza al revés. Me dio la impresión de que quería tomarse un té sobre la mesa de mi cuerpo. Y qué silla querría que hiciera, me preguntaba,  la gente parecía transformarse en una de pupitre, yo pensaba en la de Van Gogh y luego en la de Mies Van Der Rohe. Ella parecía pasearse por Ikea. Yo no encontraba el equilibrio, parecía una mecedora. Crujieron mis músculos. La sangre de mi cuerpo se cruzaba como encaje de bolillos. Sudé. Cuando llegué a casa no utilicé la silla, utilicé mi cuerpo como silla. Abrí el block de notas A3 y dibujé a mi profesora como el exprimidor de Philippe Starck.
Estaba seguro de que había matado a alguien. Lo expuso claramente, entre sueños, un poco más tarde de las tres de la madrugada. Yo estaba a su lado, en la cama, sólo rozándonos los pies y lo dijo, claramente: "He matado a alguien. Me pidieron que lo hiciera. Fue una prueba". Lo primero que sentí por él fue compasión. Le dije para tranquilizarle (él temblaba levemente como una gelatina al soplo) que si hubiese matado a alguien estaría en la cárcel. Él contestó, o su subconsciente: "es verdad". Pareció quedarse más tranquilo y comenzó a roncar como un bebé. Pensé que aunque lo hubiera hecho de verdad no cambiaría nada de lo que sentía por él. Me propuse observarle con el corazón. Lo había conocido siendo, parece ser, un supuesto asesino. Se dio la vuelta en la cama, yo lo abracé por detrás. Comencé a interrogarle aprovechando su estado de trance: ¿Quién te obligó a hacerlo?, ¿cómo lo hiciste? Él sólo continuaba temblando, repitió: "me obligaron a hacerlo". Lo que más me gustaba de él era que no era muy hablador durante el día. Lacónico. Los silencios eran cómodos. Recuerdo haber visto varias fotos enmarcadas. Una de ellas era en un circuito de tiro. Yo no quise preguntar. Yo lo quería sin información. Pero a la mañana siguiente no pude evitarlo. Al despertar, le confesé todo lo que había dicho entre sueños. "Estoy un poco loco por lo que veo", me dijo. Como un fantasma meditativo y en batín, deambulé por la sala. Me senté en el sofá. Noté algo duro dentro de uno de los cojines. Abrí la cremallera y era una pistola. La saqué. Nunca había tenido una en las manos. Estaba fría como una tumba. Me dirigí al cuarto. Él estaba todavía en la cama, llevaba las gafas puestas, revisaba unas facturas. Le apunté. Le dije: "duerme".





De fondo sonaba "4'33" de John Cage a todo volumen. Me había puesto una camiseta blanca raída para mancharme todo lo que quisiera. Sobre la cama de agua (rematada con algunos parches de plástico en forma de insectos), coloqué la toalla verde esmeralda y encima una hoja A1 de poro rugoso. Llevaba puesta la cinta para el pelo que me había firmado André Agassi. Y las muñequeras. Me balanceaba en la posición del loto como un buda a la deriva. Estaba dispuesto a desaprovechar toda la pintura que fuera necesaria para estirar correctamente mis músculos. Con el brazo derecho alcancé el pincel, forzando lo máximo posible hasta gruñir; con mi brazo izquierdo, alcancé el acrílico cián. Saludé al sol (a la lámpara). Cayeron unas gotas sobre el papel que recibí con alegría azarosa. Continué goteando en la posición del bailarín, del guerrero y de la media paloma todas goteando tinta china. Observé de reojo como todos los trazos de pintura que intentaba encajar iban enmarañando una figura. Parecía larga. Me fue difícil utilizar el bote de spray verde fluorescente en la posición del camello pero la apertura de mi pecho lo agradeció. Inspiré. Inmediatamente realicé con un esfuerzo cubista en mi cara la posición de la báscula para observar la hoja desde otra perspectiva. Espiré. Terminé con la posición del corredor escupiendo rosa chicle, la rueda arrastrándome con azul prusiano y la montaña clavado con rojo carmesí. Sudando aguarrás, observé el resultado. Me incorporé de la cama de agua resoplando. Doblé la hoja A1 por el medio e hice el pino sobre ella. La abrí de nuevo y era como un test de Rorschach. Decidí intentar averiguar que veía: lo que parecía ser una tormenta en el atardecer.
Entré en la taberna dando un paso de baile pero al apoyar la pierna sobre la barra noté como el cansancio se me caía encima. El camarero sonrió en señal de aprobación y me ofreció un vaso de agua con azúcar. En el taburete me senté en la posición de flor de loto, bajé dos veces las escaleras que iban al baño, ayudé a una de las camareras a llevar dos bandejas llenas de zumos y cafés. Tenía la cintura envuelta con la bufanda a modo de fajín. Secaba el sudor con servilletas en las que se leía "gracias por su visita". Las vidrieras de colores primarios de la taberna reflejaban mis estiramientos. Le lancé mi boina como un frisbee al chef al verlo aparecer por la sala pero pareció no estar en forma. El reloj digital en mi muñeca  bajaba sus pulsaciones al enfrentarse al reloj de cuco. Pedí la cuenta en la posición de la langosta. Era el momento de ponerme el gorro de piscina e ir a la pastelería.
Mientras hago estiramientos pienso en lámparas Art Déco. El sudor se mezcla con cristales de colores. El señor que corre en frente de mí sobre la cinta me mira, yo también le miro pero le atravieso pensando en decoración. Quizás compraría una en aquella tienda en calle Lagasca, pero tendría que sacrificar al menos tres meses de pago en el gimnasio. Por cada brazada en la piscina una bombilla, un escritorio con estilo, una flexión de luz, una vidriera en forma de tulipán. Mientras hago estiramientos pienso en lámparas Art Nouveau. Mi entrenadora me observa a unos metros y yo pienso en El Beso de Klimt. Mi corazón comienza a bombear muy rápido, a generar electricidad. Tengo la potencia de un decorador y la rapidez de un vendedor, en chándal. Reconozco que hago descuentos cuando hago abdominales. Llevo un calcetín de cada color. La música de fondo que suena en el gimnasio para mí es jazz.

Instante

instante en el que no pienso
instante en el que me llamo nada
instante alejandra pizarnik
instante ni siquiera presente
ese instante que se escapa emparedado entre el pasado
y el futuro
instante que el reloj no puede medir
instante globo blanco
instante de hielo
instante mudo de sangre
instante en el que no se padece nada
instante en el que el té vuela antes de caer al suelo
instante reflexión de animal
reflexión de pinchazo
reflexión de mármol
reflexión momentánea que se pierde
en el sendero tan ancho que lo abarca todo
reflexión agujero negro
polvo de galaxia
ni aleteo de mariposa
ni guiño
ni impulso, menos
instante de tiempo de cabeza de alfiler
instante de purgatorio
instante atómico de profundidad de kilómetros
instante de vírgula de eñe que desaparece
instante en el que no hay ni fondo, ni forma
instante de polinización mental inerte sobre la vida



hojas
hojas
pantallas

alienígena de ciudad
arbustos de alquitrán

del murmullo incesante de los coches
y motos al susurro incesante del mar

casa
cuarto
carne

cuatro esquinas emparedan
memorias
vanas
vistas
vestidas con nuevos trajes
nuevos pijamas
viejas mantas.

como cucarachas de oro vibrante
el cielo es el mismo para todos
egipcio

compartimos el todopoderoso azul gris

pájaros
estornudos
noviembre

viento que despeina las raíces del verano





Charca

Es la hora de la comida. Un mazo sobre la mesa. Me estoy volviendo loco o aburrido. Me daré un baño en la charca de libélulas. Paro seco. Un pie sumergido. Hormigas de buda sobre mi palma de la mano terráquea del mundo. El agua forma un monasterio de almas movedizas. Reflejaré mis dudas de plata en las escamas tornasoladas de los peces. Hundiré mis miedos rasgados bajo el barro. Rezaré amarillo mi esperanza a los renacuajos.

"Castillo de arena" (trinchera)

pica mi yo enemigo mareado por cloroformo
de coca-cola para emboscar mi estómago

espero la caída del sol pero no llega tan rápido

[emboscada], ¿qué hay detrás?

sangre de balas de sal
insolación de calma negra

al aire

la curiosidad está en la cresta de la ola enrollada de azul

matojos de cardos que picotean patas de caballos desbocados, crines, canas

[mi carne plástico dorado]

¿huele a pólvora o a algas?

me fundo me exploto
camuflado coronado al horizonte

faquires sobre escarabajos
hoyos, harapos, cadenas, madera
de barcos

huyo quieto
ardo a la sombra del castillo

confieso que maté a varios hombres en mi mente olvidándolos

herraduras de barro
clavadas en mis pies de plomo

nocturnos

El libro de bolsillo
bajo el sombrero negro
de alas anchas.

*

Si mientes
el abono imperfecto.

*

Los balcones como tableta de
chocolate
sin tocar por los niños
que guiñan desde cielo
en forma de estrellas.

*

*****

*

La noche es clara
como la firma de un padre
en la hoja de notas debajo
de un sobresaliente.

*

Las grúas son montruos
de metal que no se tumban
para dormir.

*

La sombra del león
me dio más miedo que el propio
león.

*

Los pezones de las torres
tras los edificios bajos.

*

El silencio de Sylia Plath..

Muchos

[Muchos escriben solos Muchos escriben locos Muchos escriben secos Muchos escriben monos Muchos escriben egos Muchos escriben oro Muchos escriben bronce Muchos escriben cuerdos Muchos escriben falsos Muchos escriben dinero Muchos escriben borrachos Muchos escriben celos Muchos escriben escriben Muchos escriben esfuerzo Muchos escriben tú Muchos escriben yo Muchos escriben ellos Muchos escriben nada Muchos escriben cielo Muchos escriben aura Muchos escriben pienso Muchos escriben larvas Muchos escriben eterno]



[imagen]

[los números del pantone de maleza
invisible llena de tigres
escondidos al acecho,
nidos de huesos, poetas
mudos monos sobre el árbol de la vida
descubren la caja de herramientas
en la que dentro sólo hay una pluma]

Preguntas

[quién soy yo
yo quién soy
soy yo quién
quién yo soy]

Cáceres 451

Tengo un recuerdo de infancia. Se celebraba una feria del libro en Cáceres y leí una mañana de domingo en el periódico que se había producido un incendio y que muchos de los puestos habían sido afectados. Yo debía de tener 11 años. Me picó tanto la curiosidad que salí de inmediato hacia el parque donde estaba la feria. Mentiría si no dijera que albergaba la posibilidad de encontrar entre los restos algún libro que fuese salvable. Recuerdo perfectamente ahora con 35 años la estampa dantesca que todavía aparece fija en mi memoria. Montañitas de libros calcinados. Algunos quemados sólo por la mitad. La mayoría ya agonizantes. Recuerdo andar sobre los escombros de papel. Era mediodía y no había mucha gente. El olor a papel quemado era muy evidente al igual que la pesadumbre emocional que habrían dejado los libreros. Conseguí salvar sólo uno. No recuerdo que título ni de qué autor era. Lo llevé a casa como quién lleva a un enfermo al hospital. 

DÓLAR

-       Te he traído un regalo.
-       (le da un dólar)
-       ¡Un dólar! – ¡Gracias! ¡Es precioso!
-       Puedes ponerlo en la nevera con un imán.
-       ¿Cómo que has traído un dólar de Costa Rica?
-       Se podía pagar con dólares americanos.
-       ¿Qué tal el vuelo?
-       Estuvo muy bien, no tuve a nadie al lado.
-       Recé por ti a la hora del despegue.
-       Ah
-       (…)
-       ... Con el vuelo que vi mi vida pasar fue en el Managua-San José.
-       Hum, estaba durmiendo a esa hora.
-       Ya, no se puede rezar dormido.
-       (mira de nuevo el dólar)
-       Nunca había visto uno, sólo en las películas.
-       Yo tengo otro para mí, lo utilizaré como marcapáginas.
-       Utilicémoslo de otro modo.
-       Hum
-       Métemelo en el pantalón mientras bailo.

parné

Hay una moneda dorada abandonada en medio del campo
Nadie la ve porque está a la sombra del arbusto
En su día fue una rana en el charco
Lío un billete como cigarrillo negro
Pagaré en puros cubanos.
Lamo sellos azules
Estampo caras
Busco en las esquinas de los bolsillos
Encuentro cinco milímetros de cobre 
Fundo en oro el anillo
Alquimia de envoltorios brillantes
Hay un fajo debajo de la cama
Nadie lo ve porque mi cabeza está sobre la almohada
(Veo tu cara en todas las fichas de póquer)

Espejo

No sé si dejé romper el espejo aposta
cuando se descolgó de los tornillos
de la pared verde frankenstein amarillo
durante un segundo lo mantuve en vilo

predije los trozos al apartarme un poco
ya medio en el aire, una imagen en la
cabeza de plumas heladas impolutas

nadie me vio, ni siquiera yo mismo
en la sala vacía, quizás en ese segundo
hubo regocijo en el vuelo antes de tocar
el suelo,

tuve la intuición

una tensión visual a lo Bas Jan Ader

ahora me siento mal, pude hacer algo
haberlo mantenido entero para verme
audaz,
Pero no lo hice y no sé por qué
Puede que fuese por una cuestión estética
un deseo de verlo añicos, como confetti
reflectante de luz de una fiesta negativa
en la que nadie me caía bien

poeta que se mueve distorsionado/
quieto al interior maquillado *SOL
BOSTEZOS de otros tiempos ZZzz
periplo de MÁRMOL 0101000101
[[[[[[[eternidad]]]]]]] pelirroja
sienes de plata de sueños de terraza
doble pantalla doble pantalla dobla
el Periódico TITULAR el ojo mira
al ojo en el ESPEJO eco eco reflejo X
de la ventana el vecino un millón uno 1 1
s o s luciérnagas dentro de la cabeza
chocan con el gris doméstico GRIS

verde piscina

Hojas de parra arañan los azulejos
Mi té caliente sobre las manos
Sólo puedo nadar con mi imaginación
Largos de palabras comunes
Observo hojas marrones
De árboles desconocidos


Se han posado sobre el agua
Roídas de tiempo las flores
En la cerámica

Azul de neón de pérgola
Trampolín oxidado de adrenalina
Hasta han crecido algunas malas hierbas
En cada una de las cuatro esquinas

Son bellas y buenas por la conquista
Esperanza verde de verano
Da una oportunidad al vacío. Da una oportunidad al pecado que no lo es. La nada entre las palabras espacio de reposo de lava negra de pensamientos, las flores. Da una oportunidad al humo de azufre del centro del volcán de tu cuerpo. El templo del silencio, el camino de palabras abandonadas para que sepas como volver. Amigas de pan. Togas pegadas al cuerpo al salir de la bañera. Cada uno de nosotros somos dioses, unos más que otros. Vacuos. Evacuando realidad. Cuando. No des una oportunidad al vacío del androide. Da una oportunidad a tu vacío y sé mármol.

SINESTESIA GIRL

Carne color carne
de mono-por fin
al aire,
bajo lino negro
y blanco de esperanza
de-

Azul sombra-
los pies ligeros de sol,
pasos de miel de cuero-
párpados/rojos/concentrados
revoloteo de pestañas de indignación
púrpura-
fiebre de polen amarilla-
(mejillas naranjas
suspiros malvas
sofocos lilas)
humor verde pistacho-
VIBRA DORADA LA CARNE
RECORDANDO todavía-
el gris de la bruma
el negro de la noche
el plateado de los sueños de OTOÑO..

Surfing parque

siento miedo de la aleta
de tiburón de pato.

bajo la cresta de la ola de árboles:
Hawai mental.

el polen salpica el camino sobre el agua:
momentum espumoso de gotas amarillas.

sólo son
mil pasos de madera
hasta
el faro de briznas del Gran Roble.

controlo sobre la tabla azul de río
el Tsunami verde y observo
mientras surfeo
el horizonte de eternidad
de edificios de sol.
💧Deseo de verde piscina de azul congelación de tobillos de río de amarillo picor de arena de playa conforme por ahora con el agua de las lágrimas al retar al sol el vaho de la ducha todavía caliente el café cada vez más frío el vino templado en el picnic el murmullo árabe de la fuente el sudor de las esculturas las gotas de perfume detrás de las orejas. 💧

La exaltación de la primavera

Chupitos de serotonina para todos. Las parejas se besan en los bancos, los pájaros hacen nidos en las copas de los árboles. Por qué no tengo yo nido, por qué tengo yo jaula. Es la estación del poeta, canta a todo lo que aparece en esta época. Silencio de brotes, brazos al descubierto que apuntan al cielo, gafas de sol, estornudos incómodos que hipnotizan al cuerpo, pensamientos de leopardo, ¡Camuflaje de tristeza tras el cerezo! Huellas de ciervos en el campo, huellas de zorros en la ciudad de asfalto. Por qué siento yo el amanecer como atardecer, por qué las mejillas arden y no de rubor.

Café Central

Nos citamos en el Café Central. Era sábado y estaba a rebosar. El camarero iba vestido a la antigua, lo que me hacía parecer un extraterrestre. Todas las paredes estaban cubiertas de espejos y estuve obligado a verme infinito. Me desagradaba ver a gente y estar rodeado de ella.
Me senté en una de las mesas del centro de la sala. No llevaba reloj de pulsera, pero intuía que Laura llegaba tarde. Pedí un vaso de agua al camarero. Su uniforme era una mezcla entre el de un botones y un pinche de cocina.
Para calcular el tiempo que pasaba, inventé mi propio método: por cada sorbo contaba sesenta segundos, así hice hasta que terminé el vaso, y los sumé a los diez minutos que ya intuía de retraso.
Un fuego, una desesperación me invadió el pecho y decidí levantarme e irme.

Llamada

El sonido del teléfono me despertó.
Me había quedado dormido en el suelo, con la ropa puesta y con el dedo índice metido en uno de los muchos agujeros que había en el sofá deshilachado, como si quisiera reproducir la sensación infantil de tranquilidad al meterse uno el dedo en la boca.
Debido, quizás, al repentino sobresalto, o debido, a que quizás no me gustaba hablar por teléfono, no conseguía recordar y menos tan aturdido, dónde había dejado el teléfono.
Tuve que seguir en pleno aletargamiento las repeticiones del timbre que sonaban opacas, graves y desesperadas, lo que me hizo dilucidar que estaría en algún lugar bajo algo.
Merodeando un poco, acerté a la primera, descolgué el auricular del teléfono que se encontraba sobre la silla, sepultado por un montículo de ropa limpia pero sin planchar. Era Laura.

Mente roja y rosa

Mente rosa y roja

Eyaculación Klein

Nébula cosa

Luna llena a favor o en contra

No sé lo que va a pasar
Inmortalidad diluida
Oro

No hay significado
Sólo sentidos
Agua
Carne

Cortina oleosa que deja
Entrever la bandera de la nada

Miedos proféticos

Si-si-fo-fo
I-I-ca-ca-ro-ro

Manos sucias al final del canto
Gallos
Impulso inconsciente contra
La verdad de la mentira

Multicolor

Azar
Asesino de lo absurdo
Creo
Creo






Elementos

Comer fibra para el cuerpo mortificado
Caricias para las heridas en la piel
Sol para la ceguera de realidad
Zapatos nuevos para la melancolía
Arte para los juicios del alma
Poder para el sueño diurno
Televisión para el letargo infinito
Agua para sedimentos de maldad

Marlboro

ondas de telepatía flotan
cortan
las nubes
de humo blanco

sobre la colcha, flores de piel

temblores que esculpen
un cuerpo vestido de nervios

verde enmoquetado de rojo
gruño y aspiro

arde sin color una visión fría
que se consume

la lámpara oscila como un péndulo

quiero algo que no sé qué es

dudo si eres tú porque eres fácil
de conseguir

gruño y espiro

*


Primavera negra (avance)

Primavera negra (avance)

estúpida primavera
personas felices,

la radiografía de los sentimientos
la hago
porque algún mal latente
existe
en la elección de vuestra ropa
deliberadamente
blanca

cuando el cielo sea todavía gris
y el viento vuelva las risas
locas

el intermitente latido

ahora llueve lluvia
ahora llueve polen

os obligará a pestañear

pero yo
no sentiré nada

me pondré enfermo
por intentar
disfrutar

de los buitres que planean

Y del sol tras el rayo.

*

Primavera (avance)

De las ramas a la brizna
en mi boca

cigarrillo encencido por el sol
sentir el candor

de estar un poco vivo

pero no tanto

ni tan hondo mi olor de bípedo
pudriéndose

La frontera entre la piel y
el cerebro
sonríe

cansada miente,
las piedras ya no importan

sólo la primavera sobre el cuerpo
esquelético
de dudas

HOMBRE-ABEJA (apicultor) 🐝🍯

AHÍ ESTÁ EL HOMBRE-ABEJA

SUS OJOS REVOLOTEAN SUS PÁRPADOS
PICAN CENTELLEA SU CABEZA

OBSERVO SU VELO SU ESCAFANDRA DE MIEL
AMO DE LAS FLORES

EJÉRCITO BÍPEDO
LABERINTO HEXAGONAL DE DESEO Y

AHÍ ESTÁ,Y VOSOTROS TAMBIÉN QUERÉIS ABRAZARLE
PERO DUELE EL PLACER DEL DOLOR QUE PINCHA

LA CERA FRÍA

DIOS DE MIEL ACARICIA LA COLMENA
BABEO POLEN SOY SU SATÉLITE DE CARNE

¡GUANTES DE ASTRONAUTA ME SALUDAN!
 ZOOM ZOOM ZOOM

EL AIRE DE SU SONRISA, LAS MOSCAS NEGRAS
Y AMARILLAS DE CUCHILLITOS DE AMOR

TRAMPA PEGAJOSA

¡AHÍ ESTA EL HOMBRE-ABEJA!
Maquillo
Los párpados con miel
Las sienes con chocolate
Las orejas con cerezas
Y por sombrero,
un cuervo blanco.
#look

Tapones

Comenzó a escribir cada madrugada durante dos horas porque su compañera de piso roncaba leoninamente a la media hora exacta de dar las "buenas noches".
Pero será en otra ocasión cuando hable de ella.
Hablemos de lo que escribía: escribía sobre cómo su compañera de piso roncaba cada madrugada y ante el desvelo, aprovechaba para hacer algo que consideraba divertido y productivo.
Aturdido por el ritmo sobre el silencio santo marcado por alguien que no era él, alcanzaba un estado de contradicción en el biorritmo que daba como resultado que repitiese palabras que repitiese palabras y que sus frases fuesen escritas de forma lenta y boba sobre el teclado. Babeaba de cansancio.
Se sentía obligado a distraer su atención de los ronquidos y a concentrarse en otra cosa cuando lo que quería realmente era dormir.
Pero no hablaré de otra cosa, sino de lo que escribía: entraba en un bucle. No había trama. Sólo una descripción en tercera persona.
Él escribía y ella roncaba. Un estado hipnótico le invadía. Era como una tortura china. Pensaba mientras escribía en cómo podría acabar con ellos, con esa contaminación acústica.
Las noches eran sagradas, pero por otro lado, si no fueran por esas respiraciones agonizantes, no se levantaría de la cama para escribir que se levantaba de la cama cada noche. Odiaba y se sentía agradecido a la vez.
La historia era que escribía, y el dolor que sentía era producto de una incomodidad sobre no saber exactamente sobre qué escribir.

Cupido

Cupido te ha reventado el bazo
por error/

escondido detrás del arbusto
la sangre salpica las castañas

moribundo rojo/
quedaste clavado a La Tierra

una bendición/

te mostró al zorro y al fauno
y de cuajo el corazón

amor/

Paraíso

Ámbar caliente humeante
Nenúfares flotan en el alma cristalina
Cisnes delfines libélulas
Jardín de ideas propias
Los frutos caen
Bufones hacen picnic de nueces
Por supuesto rayas de tigres camufladas entre las lianas
Un rocío constante reflecta rayos de oro
Muros de bambú biombos
Saltos de piedra peces gordos y bigotudos
Peces voladores también
Hormigas se abren paso entre la arcilla húmeda
Las abejas chupan las flores descargan
La canción del río murmullo de ánimas
Vuelan togas por la hierba
Los ángeles pasean.

Esculturas de miel charcas de leche
Lluvia de semen de minotauros que se balancean en columpios.
He visto pasar a un hombre con un ramo de flores
A quién se las llevará
A un amor o a un muerto o quizás sólo
sean para él.

Ojeras

Ayer alcancé mi máximo de ojeras de artista atormentado. Me miré al espejo y me gustó verlas. Satisfecho, al girarme y mostrar el reflejo de mi nuca, empecé a trabajar mi cuerpo para que desaparecieran.

Óleo sobre impulso

Hoja blanca salvia rosa
Fotosíntesis de luz artificial
Manos sucias al final del canto
Impulso inconsciente contra
La piedra horizontal

No sé lo que va a pasar
La radio de fondo, azar

El goteo en primer plano
Llovizna ocre y roja

Bandera de entrañas
Cortina oleosa que deja
Entrever la nada granulosa

Eyaculación klein
Reposo amarillo

La bombilla tintinea
Los ojos de caleidoscopio.