Tapones

Comenzó a escribir cada madrugada durante dos horas porque su compañera de piso roncaba leoninamente a la media hora exacta de dar las "buenas noches".
Pero será en otra ocasión cuando hable de ella.
Hablemos de lo que escribía: escribía sobre cómo su compañera de piso roncaba cada madrugada y ante el desvelo, aprovechaba para hacer algo que consideraba divertido y productivo.
Aturdido por el ritmo sobre el silencio santo marcado por alguien que no era él, alcanzaba un estado de contradicción en el biorritmo que daba como resultado que repitiese palabras que repitiese palabras y que sus frases fuesen escritas de forma lenta y boba sobre el teclado. Babeaba de cansancio.
Se sentía obligado a distraer su atención de los ronquidos y a concentrarse en otra cosa cuando lo que quería realmente era dormir.
Pero no hablaré de otra cosa, sino de lo que escribía: entraba en un bucle. No había trama. Sólo una descripción en tercera persona.
Él escribía y ella roncaba. Un estado hipnótico le invadía. Era como una tortura china. Pensaba mientras escribía en cómo podría acabar con ellos, con esa contaminación acústica.
Las noches eran sagradas, pero por otro lado, si no fueran por esas respiraciones agonizantes, no se levantaría de la cama para escribir que se levantaba de la cama cada noche. Odiaba y se sentía agradecido a la vez.
La historia era que escribía, y el dolor que sentía era producto de una incomodidad sobre no saber exactamente sobre qué escribir.

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