La mejor piscina en la que he nadado ha sido dentro de la barriga de mi madre. Hace muchos largos amnióticos. Yo era barquito de carne dentro de una botella de carne. Al nacer, olas, pero por el momento esa piscina uterina, para mí siempre será, la más olímpica. No necesitaba flotador. Ni siquiera cuando mi madre se sumergía en el Mediterráneo. Luego seco, busqué siempre los bordillos de su cuello, de su nuca. Pero aquel crucero de nueve meses fue excepcional. Todo pagado. Un buffet completísimo en productos seleccionados. La hamaca de placenta era de lo más cómoda. Y las vistas, primera línea al océano de mi madre. Nunca estuve deshidratado de amor. Pero cuando saltamos juntos del trampolín hacia la vida, la barra libre de agua maternal atracó en otras islas, las de sus pechos; y nunca probé mejor cocktail que el del bar de mi madre.

Nenúfares negros

El jardín es negro
El agua es negra
Las flores son negras
Los peces son negros
La charca es negra


El té es negro
El bambú es negro
El cisne es negro
Las estrellas son negras
La casa es negra

La noche es negra

Mis ojos son rojos
y los tuyos, naranjas.
⚓️Arrastro un ancla por toda la ciudad. La gente no se sorprende por el hecho de que arrastre un ancla sino por la proeza que supone tener la fuerza ante quince toneladas. Voy dejando marca allá por donde paso. Me hace recordar a Pulgarcito, pero en versión heavy. Pasé el otro día por el parque y produje un megasurco. El ayuntamiento se apresuró a crear un macrohuerto. Los policías no osan decirme nada. Los funcionarios del Museo Naval salen a las ventanas para saludarme. Cuando llego a casa después de hacer mis recados matutinos algún vecino se impresiona y algún otro bromea diciendo que mi llavero es un poco grande. Yo les respondo que es herencia familiar. Me he hecho con una carretilla con ruedas. El hecho de que atravesara la Gran Vía destruyendo la nueva composición de bancos y farolas no fue muy popular. Digamos que sí fue popular ya que mi notoriedad aumentó. Salí en todos los periódicos. Recibí miles de cartas, sobre todo de marineros y mujeres pesadas. El Gran Houdini me llamó personalmente. Los niños firmaban en el ancla garabatos. Me ofrecieron trabajo en circos y empresas de construcción. Yo me negaba, ya tenía suficiente con la condena de arrastrar un ancla. Pero cuando quise, al percibir que la atención sobre mí bajaba, argumentaron que ya habían encontrado a otra persona, que arrastraba un cañon de hierro forjado de cuatro mil kilos por toda la ciudad.⚓️