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Madame Neuville necesitaba urgentemente un bufón. Su primo no estaba disponible. Le valía cualquiera sin experiencia mientras fuese muy desgraciado y muy divertido, o también alguien molesto e histriónico pero que fuera mínimamente guapo. Siempre le surgía algún regalo que desenvolver durante el día y no tenía tiempo para preguntar a nadie. Las arrugas apremiaban para entretenerse en todo momento y mientras tanto en el salón se acumulaban dulces, flores, joyas, animales exóticos, nuevos tapices, nuevos jardineros. Pensó en sustituir la idea de encontrar un bufón con la de que un marido le encontrase a ella. Madame Neuville era feliz en su abundancia pero en aquellas horas de la noche en las que se sentía desvalida, en camisón de oro y borracha de afeites... ¿podría ser su propia bufona? 🤡

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