Camille despertó tras el desfallecimiento. Podría haber estado mil años
desmayada pero fueron sólo algunos segundos. En el otro ala de palacio
Thérèse despertó al unísono de su propio vahído. Ambas a la pregunta de
qué querían beber respondieron: "brandy".
Los mayordomos no daban abasto.
Las peluqueras y maquilladoras tampoco.
Dirigieron a las dos a la sala central de reposo. Un chill-out dieciochesco.
Las tumbaron a cada lado de un biombo.
Repararon por la coincidencia de sombras a través, que estaban siendo atendidas por la misma causa.
Las dos susurraron: " yo soy la protagonista".
Esa velada habían lucido el mismo corsé y habían puesto sus prismáticos sobre el mismo conde.
Sus melenas se rizaban de rabia.
Madame Neuville orquestaba de mal humor la escena de congojas. Ella era
la verdadera protagonista y dueña del palacio. El conde era como su
hermano pequeño. No iba a permitir que esa moda de llamar la atención
enrareciese la fiesta.
Thérèse y Camille hicieron caer el biombo
para enfrentarse y al verse como frente a un espejo, lúcidamente se
acercaron la una a la otra y
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