ANIMAL PRINT

Monsieur Matosse amaba en secreto a Madame Neuville. La seguridad en su inseguridad hizo que hasta aquel día no se pronunciase a expresar sus sentimientos trazando un plan. Se convertiría en la nueva fiera que cada año Madame adquiría para enriquecer la excentricidad de su zoo. Matosse convenció a su amigo Ben Wollstonecraft para que, haciéndose pasar por veterinario, visitase a Madame Neuville con la excusa de revisar el estado de los animales y ofrecerle cuidar y mimar a la última sensación en seres cuadrúpedos: Monsieur Matosse disfrazado. Pagó un dineral en saco para que las mejores costureras de Beauville le confeccionaran un traje de jaguar. Pagó una suma para que el mejor y más transgresor mimo de París le ayudara a reproducir unos básicos movimientos felinos. Llegó el día, y Ben irrumpió en la puerta de la casa de Neuville con un carro en el que dentro de una jaula se hacía el dormido lo que parecía ser un jaguar. Madame acababa de sufrir un vahído por ninguna causa en particular, y todavía aturdida, estuvo de acuerdo sin rechistar y suplicó a Ben que transportase a aquella especie exótica hasta el hall. Monsieur Matosse ardía en su interior. No se le había exiliado al pequeño zoo, en su cabeza todo indicaba que esa misma noche dormiría junto a ella. Así fue: se ordenó a Ben que instalara la jaula en el dormitorio de la señora, que obviaba el miedo y priorizaba los asuntos más recientes. Al caer la noche, y habiéndose marchado Ben silbando hacia la taberna, Madame cayó rendida sobre la cama de verde absenta tras su clase de pintura de atardeceres. El frío era hiriente y sus pechos tiritaban durmiendo. Monsieur Matosse abrió la puerta de la jaula con toda la calma que le permitía su pasión desenfrenada y que le mantenía caliente; se tumbó sobre el diván del cuarto simulando ser una manta de lana. Le fue fácil improvisar ese personaje. A los gritos de Neuville en los que entre sueños reclamaba a un jaguar con insistencia, Matosse reacionó nervioso y rojo de rabia, condenándose durante toda la madrugada a susurrar: ¡Desea una manta!

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