Fiesta privada

Durante una fiesta privada (medio privada) en un bar (medio en un bar) me sentía el más triste y el más guapo de todos los asistentes. La tensión en mi corazón era tan fuerte, que incluso algunos de mis amigos me parecían mediocres. Aquella noche parecía estar sólo a pesar de haber estudiado al máximo lo que iba a ponerme (camisa verde y pantalón lila). Esa soledad, incrementada por el tequila, me dio cierta seguridad en mi desesperación cool. También era el que mejor bailaba. Me fijé en un chico que miraba intensamente mi nuca (y que parecía odiar a todo el mundo). La noche se desarrollaba sin acordarme de nada. Una memoria de pez electrónica. La cuestión es que había otro chico nadando en aquella pecera. Era el más feo (siguiendo los cánones griegos) y no era el más simpático, (siguiendo los cánones de las películas de Woody Allen). Comencé a besarlo delante de todo el mundo. Una venganza contra mí mismo. Besaba fatal (yo beso muy bien) y es un contraste que nunca funciona. O dos bocas que besan bien, o dos que besan mal. Parecía un pez pescado por un pescador (pero sin saber quién era el pez y quién el pescador). No intuí que ese cuadro fuese un escándalo. Ahora sé que lo hice por llamar la atención del chico antipático. Los comentarios criticándome pesaban en el ambiente como estalactitas. Los oídos pitaban como sirenas. Al día siguiente me sentí con la obligación de agradecer mi existencia (no sé a quién). Estoy seguro que al chico que me odiaba le llegaron telegramas negativos sobre mí durante toda la madrugada. Aparecí al mediodía en el mismo bar (medio bar) en aquella fiesta privada (medio privada). Había estudiado lo que iba a ponerme. El look de la vergüenza ajena (camisa lila y pantalón verde). Aquel chico que pensé que me echó un mal de ojo con sabor a vodka limón, nada más verme, simplemente me agarró de la cara, cansados ambos todavía y mirándome a los ojos me dijo: RECUERDA QUE NO HAY NADIE COMO TÚ.

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