La hora del té 🍸🦇

La hora del té se convirtió en la hora del Bloody Mary. No pude contenerme. Me avalancé sobre su cuello. Pensó simplemente que iba a acariciárselo con los labios, pero el vaso de vodka se tambaleó tanto en su mano que el líquido transparente salpicó mi cara justo en el momento en que le mordía. Sabía que no era virgen. Lo acabábamos de hacer. Sabía que le sorprendería aquella violencia. Lo habíamos hecho al ritmo de una barca a la deriva. Se quedó helado. Parecía estar mordiendo un trozo de carne de pingüino. Escupí en la coctelera. El camarero al verme se acercó a preguntar a pesar de que la propina ya estaba incluida. Alberto estaba pálido, estaba guapísimo. Como hipnotizado miró al camarero que estaba pensando si éramos pareja o hermanos o las dos cosas. Tuvo que darse cuenta de que le estaba leyendo la mente porque le obligué a pensar que nos haría un cincuenta por ciento de descuento.

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