/Una chica japonesa tocando la guitarra en Sevilla/

El pelo negro de sus cuerdas reta al silencio de sol judío. Cuervo, el pasador y su pulsera de oro vibran. Sorbe sangría a tragos diminutos como un pajarillo bebiendo rocío; y sus dedos son largos como afluentes en sequía.
Sus ojos, lucho con ella a navajazos. Pobre, las monedas en los bolsillos pesan. Amargo, los limones tiemblan y los turistas americanos cabizbajos de atardecer se cruzan naranjas. No es de aquí, o sí, pero su embrujo como todos, viene del cielo.

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