"Me siento eléctrico. Me he transformado en un teléfono inteligente. Al menos una de las dos cosas me ha venido bien. Lo peor es el cargador: me siento como si estuviera atado a una correa de perro o encarcelado con una cadena al cuello. La corbata incomodaba menos. Pero está bien, me llena de energía mientras estoy bajo de datos y no tengo nada que decir. Cuando no tengo cobertura no puedo quedar con mis amigos: no me entero. Y nunca me apago. Siempre estoy encendido. Mis conocidos echan de menos la época de los sms. A veces los WhatsApp te cogen en el baño y el doble check me pilla estando en la ducha, a punto de electrocutarme. Soy buen amigo. Mi pecho es táctil, siempre lo fue. Pero ahora es una pantalla llena de apps de diferentes colores. Spotify y X coinciden con mis pezones e Instagram con el ombligo. Vibro. Mis ojos son cámaras. Me han pegado stickers de unicornios por todas las extremidades. Ya nadie me llama y mis oídos lo agradecen pero tengo miedo a que las videollamadas me expongan de cintura para abajo. Voy en pantalón de pijama. Me gusta que me utilicen como notas. Desde la lista de la compra a poemas malos. Google es mi dios. Lo sé todo. El tiempo, las últimas noticias. Los tiktoks de los influencers me dan dolor de cabeza. Dejadme en modo avión. Y no me robéis, es un disgusto. Pasar todos los contactos a otro cuerpo desgasta mucho. Hay mucho cable que cortar con esta transformación. No imagináis a toda la gente que tengo bloqueada. Siento un nudo de auriculares por esta razón. Me cuelgan al cuello y me pasean, siempre estoy cerca de otro cuerpo. Me he convertido en una extensión corporal de alguien que cada vez más deriva a un cyborg. Pronto moriré de obsolescencia programada. Van a sacar un Juan Dando 15".

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