Una mañana, al despertar de un sueño intranquilo, Juan Dando se encontró en la cama transformado en un insecto monstruoso. De primeras no supo si era un grillo doméstico, un escarabajo del estiércol o un saltamontes, pero sí intuía que en algunos países podrían comérselo recubierto de chocolate. Como vivía solo, nadie se percató de su cambio, y al asomarse por la ventana desde el décimo piso, un transeúnte que por casualidad miró hacia el cielo, lo vio y pensó en cómo estaba Madrid, en que se estaba convirtiendo cada vez más en Nueva York, donde las ratas y las cucarachas cada vez eran más grandes, hasta el punto de que se echaban un cigarro en la ventana. Juan, pensó que en breve despertaría de aquel sueño, siempre tuvo mucha imaginación, pero ni pellizcando sus antenas se alteró aquella realidad crujiente y babosa. Al menos coincidió que tenía ese día libre en el trabajo. Ganó en lo que consideraba algunos superpoderes. Si fregaba el apartamento, mientras se secaba, podría estar colgado de la pared sin pisar un ápice las baldosas. Decidió bajar a la portería a preguntar al portero si tenía alguna carta de alguien que nunca le escribiría o algún paquete que no había pedido, simplemente era una excusa para saber si su nuevo aspecto impresionaba tanto. Dando intentó camuflarse con la bata y las pantuflas, y bajó mirándose en el espejo del ascensor repitiéndose que era un mero mal día, que podría excusarse con el portero con que llevaba mucho tiempo haciendo collage. El señor en cuestión no vio nada de eso. Con salir del ascensor casi le da algo. Gritó tan fuerte que sus gemidos los escucharon los ejecutivos de las Torres KIO. Juan también se asustó, tampoco era justo, el portero tampoco era Míster Universo. Subió por las escaleras bastante ágil con sus ocho patas y antes de volver a encerrarse para que nadie lo viera, tocó a la puerta de su vecina, con la que tenía cierta confianza. La puerta se abrió sola, como dirigida por el viento, y ante la curiosidad de la situación Juan Dando se adentró en el pasillo de la casa, quedando atrapado en una enorme tela de araña, en la que la araña, era su vecina, que también esa misma mañana, al despertar de un sueño intranquilo, se encontró en su cama transformada en un insecto monstruoso.

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