Autógrafo

Ya completamente convertido en Juan Dando y echando de menos su forma pasada de cucaracha, sintió su cuerpo cansado como un acordeón antiquísimo. Con los ojos como platos fijos en la pared, comía una bolsa de Doritos digiriendo los últimos acontecimientos. No quería volver a transformarse aunque fuera en Brad Pitt. Pero al instante sus glúteos se endurecieron, la punta de su nariz comenzó a levantarse levemente y sus ojos se tornaron verdes. No supo si experimentó miedo o admiración al tocarse la cara y comprobar que su mandíbula era cuadrada. El reflejo del espejo del salón no mentía. Era rubio y era Brad Pitt. Tanta belleza simétrica le pesó desde el primer instante. Juan tenía esa mañana una cita importante antes de entrar a trabajar: iba a vender un par de collages de cafeteras a una clienta que no conocía personalmente. ¿Cómo reaccionaría aquella compradora de arte al ver que aparecía el señor Pitt con un par de A4s envueltos en papel de periódico? Brad Pitt bajó las escaleras rápidamente como si fuera detrás de Thelma y Louise para salvarlas. Durante el trayecto en el metro le fue imposible camuflar su cara bajo aquel librito escrito por Norman Mailer y su pecho con un sombrero de cowboy. Llegó a su cita en el Café Comercial rodeado de una marabunta, chicos y chicas y señoras y señores y niños y niñas y ancianos y ancianas que lo jaleaban. Tuvo que ser rescatado por el camarero de pajarita y servilleta en el antebrazo, que lo recibió en la puerta giratoria y lo introdujo por el pescuezo al interior. Allí sola, sentada y apoyada en la mesa de mármol más lejana se encontraba la compradora. Al acercarse Brad Pitt sudoroso, jadeante y desesperado, casi le da un infarto. No se lo esperaba. Brad posó triunfante los collages al lado de la taza de café y le comentó entrecortadamente y marcándose sus hoyuelos en la sonrisa que allí los tenía. Ella los desenvolvió nerviosa y fascinada por la visión de los papiercollés de mokas que había decidido adquirir, asintió y le dijo que por favor los firmara. Brad sacó de detrás de una de sus orejas un bolígrafo y escribió en las esquinas de cada una de las hojas: CON CARIÑO, JUAN.

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